Me tope con diarios viejos,
legibles por el olvido
y adornados en polvo.
Ese aroma de las amarillentas hojas
que construyeron ayer la iglesia,
que construyeron ayer el hoy,
entre los otros pedazos de escombro.
¿Estarán disfrazados ahora los monjes?,
que ya nadie muere en las cruzadas
y el campesino ya no sueña con alas.
El pan, aquel del cuerpo,
tan amargo como la traición
y alegre como lecho de muerte.
¿Donde esta la estación en donde se despierta?