Entrometidos del sueño se entremezclan
en la recepción de un corazón clausurado.
Entre murmullos que adulan,
gritos que acusan,
teoremas que desnudan.
No es un estacionamiento de dudas,
ni interrogación,
ni aventura.
Es el mar de hielo,
hoy, una llanura.
Es la obligada paciencia
de ver morir a muertos
y darme por muerto.
Caminando sin sol,
sin frío, sin quemadura.
Te recuerdo como el sabor del agua,
como el pez que nada,
como el segundo en un alma,
como una palabra en la nada,
y aun así te extraño.