Biblias y decretos desmenuzados en el barro
en el ahogado cultivo,
no volvió a crecer los granos de mostaza.
Invernando en un baño de silencio,
intentando desconectar el cerebro.
El cobarde respeto demasiado al miedo.
Fui el predicador de mis sueños
El escriba de mis deseos
fui el mártir, el grosero
fui el niño del padre del hijo
fui el ultimo y el primero
fui ojo por ojo, sacrificando mis dientes
mordiendo la lengua inquieta
La mochila huele a libros viejos podridos.
Fe de resaca.